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FILIACIÓN INTELECTUAL DE EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

Al analizar la mayoría de los libros en donde Octavio Paz ejerce la crítica de la cultura o la sociedad se encuentra uno con dos situaciones. Primero, el poeta ha elegido el ensayo para expresarse con una relativa libertad. Y segundo, no sigue ni establece una teoría determinada al deambular por distintos ámbitos de conocimiento. Esto provoca que a veces sea difícil percibir los enlaces entre distintas disciplinas pues él se mueve de continuo sin indicárselo claramente al lector.

Paz ciertamente sigue algunas sendas teóricas. En sus análisis de la cultura y la sociedad tiene presentes a una multitud de autores y corrientes que no registra explícitamente o que menciona de pasada. De todos ellos toma elementos para realizar su labor crítica y teórica. En este sentido, “la palabra “teórica” no implica que se caracterice a priori su obra como una discusión abstracta, filosófica o científica”.[1] Más bien observa aspectos de la cultura o de la sociedad y a partir de ahí empieza a generar las ideas para situar su pensamiento. Sus marcos de referencia, pues, son más bien una necesidad impuesta por los datos empíricos que va recogiendo y que necesitan una explicación razonada.

En la entrevista concedida a Claude Fell, establece, por ejemplo, que El laberinto de la soledad pertenece a la tradición moralista francesa. Así, realiza una reflexión crítica acerca de aspectos de nacionalidad sin meterse directamente a definirlos o a solucionarlos.[2] No le interesa conceptualizar a priori el concepto de mexicanidad o establecer la esencia de la misma, sino analizar los elementos que él considera importantes en la conducta social. Obviamente, en esta tradición moralista, esboza ciertas soluciones a los conflictos descritos en el ensayo, pero sin expresarlas de manera abierta. Simplemente da atisbos de lo que podría hacerse.
El hecho de que un poeta reflexione acerca de temas tan importantes para un país resulta curioso. Tópicos como la nacionalidad, los mitos, la modernidad, las diferencias económicas entre países ricos y pobres, las funciones del Estado deberían, en rigor, ser examinados por especialistas en cada uno de ellos, por personas con otro tipo de formación cultural y académica. Sin embargo, tales temas han tenido un carácter tan perentorio en México y en el resto de Latinoamérica que multitud de escritores y poetas se han visto forzados a tomar la pluma para decir algo. De este modo, “since the so-called pensadores are, frequently, literati, some of their legitimacy in the social sciences stems from the fact that they present “artistic” perceptions of social reality”.[3] Y los resultados de tales reflexiones por lo tanto están permeadas de cierto lirismo en la forma del discurso o de un idealismo ingenuo.

Sin embargo -- en el caso de México y en el tema específico de la nacionalidad-- tales acercamientos artísticos a la realidad tienen una ventaja importante. La caracterización de los rasgos de un país es necesariamente compleja y abarca distintas disciplinas. Para explicar exhaustivamente los varios aspectos de las conductas colectivas y particulares se tendría que recurrir a un enfoque social en el que interviniera no sólo la sociología, la filosofía, la antropología, el psicoanálisis, la ciencia política o cualquier otra disciplina sino a todas ellas juntas. Pues bien, los ensayistas han realizado tal labor con las limitaciones que tal empresa implica. En este aspecto la diferencia entre los científicos sociales y los ensayistas “is that the latter lend priority to their will to knowledge, to their will to speak to relevant issues, whereas social sicentists lend priority to their will to method and science”.[4] Los ensayistas, con herramientas raquíticas de investigación, intentan explicarse las situaciones a sí mismos y después su reflexión se extiende y es conocida por los demás.

Los ensayistas se meten por distintas disciplinas de manera irreverente. Las limitaciones de tal acercamiento son evidentes pero los ensayos, epistemológicamente hablando, son una manifestación de esa especie de “holism that is typical of traditional anthropology”. [5] Además el ensayista busca el conocimiento y lo expresa artísticamente. Sin embargo, estos trabajos al no ser sistemáticos y al responder a las necesidades del momento, aunque contengan ideas importantes y observaciones perspicaces acerca de la realidad nacional no han permitido la acumulación de conocimiento. De esta manera, la mayoría de las obras surgidas en la etapa nacionalista posrevolucionaria en los cuarenta y los cincuenta es hoy casi desconocidas para un público general.

FILIACIÓN FILOSÓFICA
En el aspecto filosófico El laberinto de la soledad está compuesto por distintas fuentes no siempre reconocidas explícitamente por el autor. Además, las ideas tomadas libremente son modificadas por Paz para aplicarlas a sus necesidades analíticas y de expresión. De cualquier manera, los autores y las tendencias que sirven como base a las reflexiones se pueden ubicar más o menos claramente.

Primeramente, Octavio Paz recurre a El ser y la nada de Sartre. Para el existencialista francés, la soledad tiene un carácter ontológico. Por lo tanto sus reflexiones parten de una situación en donde la realidad social empírica tiene poca importancia. Se enfrasca en consideraciones ideales como la libertad y sostiene de antemano que el ser humano, al defender su propia individualidad, estará reacio a lograr la unión con su prójimo.

La propuesta de Sartre contempla los distintos aspectos de la individualidad. El otro se muestra reacio a la asimilación. Por lo tanto su asimilación debe ser lo suficientemente cuidadosa como para no dañar su individualidad. “Así pues, si proyecto realizar la unidad con el prójimo, esto significa que proyecto asimilarme la alteridad del otro en tanto que tal, como mi posibilidad propia”. [6] Este proceso concierne sólo a dos individualidades en donde quien asimila y el asimilado mantienen sus diferencias. Así para que exista “la identificación del prójimo conmigo es que persista en mí la negación de ser el otro.”[7] Al final de cuentas, la asimilación del prójimo no puede darse de forma total. La unidad con él es pues irrealizable de hecho. “Lo es también de derecho pues la asimilación del para-sí, y del prójimo en una misma trascendencia traería consigo necesariamente la desaparición del carácter de alteridad del prójimo.”[8]
Claro que existen formas de acercamiento. Llegará el momento en que el prójimo se presente y será necesario reconocer su presencia. “En primer lugar, la aparición del prójimo en mi experiencia se manifiesta por la presencia de formas organizadas, tales como la mímica y la expresión, los actos y las conductas”.[9] Así, aunque quien percibe y el percibido no se puedan unir, las mutuas presencias sirven de referencia recíproca para cada uno en la organización de la propia experiencia. “El prójimo, en cuanto unidad sintética de sus experiencias y en cuanto voluntad lo mismo que como pasión, viene a organizar mi experiencia.”[10] Sin embargo, en este mutuo reconocimiento habrá que reconocer la alteridad del prójimo para que éste siga existiendo de manera independiente. En todo este proceso, Sartre reconoce que puede haber una unión eventual entre las alteridades. Tal unión será posible a través del amor y del lenguaje.

Hasta aquí la interpretación de Sartre. Octavio Paz parte de estos supuestos para proponer su idea de unión con la otredad. En su análisis de las relaciones humanas la libertad del otro tiene escaso valor porque su reflexión está encuadrada en la búsqueda de la comunión. Por lo tanto, habrá que hacer a un lado la individualidad en favor de los intereses colectivos porque, de inicio, el ser humano está determinado a buscar la unión con los otros. En este sesgo sigue las ideas de Fichte. Según este filósofo, el yo no se encuentra sólo en el universo. Al contrario, tiene ante sí a otros seres, quienes lo ayudarán a encontrar su filiación humana porque en esta empresa estará el bien colectivo. El yo realiza dos acciones simultáneas: encuentra un lugar en la sociedad y brinda a otros “posibilidad y aun ayuda para el cumplimiento del propio cometido moral. De esta manera, el “yo” alcanza a través del “tú” su propio complemento. Así, la ética de Fichte se convierte en una ética de comunidad.”[11]

La nacionalidad, por lo tanto, es una creación comunitaria. Los individuos de un país han participado en la conformación de la cultura del mismo y por lo tanto constituyen un alma que los representa, diferencia y determina. De este modo, “para los filósofos alemanes como Herder, Fichte y sus sucesores cada nación estaba animada por un alma o espíritu colectivo que se expresaba a lo largo de su historia en su literatura, arte, leyes, instituciones, héroes, santos y, sobre todo, en su lenguaje mismo.”[12]

Otra de las fuentes de Octavio Paz es el Romanticismo alemán. En su versión filosófica, este movimiento sostiene la encarnación del Espíritu en formas del mundo material y el regreso del Espíritu hacia su punto de partida[13]; en su aspecto literario, considera las relaciones de la naturaleza con el ser humano. En un primer momento, ambos se encontraban unidos a través de lazos que poco a poco se fueron haciendo más débiles y que finalmente se rompieron. De esta manera, el ser humano se encuentra en la búsqueda constante de ese primer momento. Los escritores románticos alemanes, por otra parte, manifestaron personalmente su relación con respecto a la naturaleza y la concebían “como fuente de inspiración y trataron de establecer la armonía entre el hombre y la naturaleza.”[14]

Paz recupera esa idea. Y con esto mezcla entonces las concepciones filosóficas y literarias del romanticismo. Así considera que la esencia de la mexicanidad ciertamente se encuentra en el Espíritu, pero que éste tiene una manifestación terrenal cuando el ser humano se encuentra en relación con la tierra.

En resumen, el existencialismo y la tradición romántica son dos de los elementos filosóficos que se conjugan en el Laberinto de la soledad. La integración que de los mismos hace Paz tiene la intención de acercarse al análisis de la mexicanidad. La búsqueda de la esencia de los mexicanos está regida por un Espíritu que se ha manifestado en distintas Formas espúreas llamadas sucesivamente Colonia, Reforma y Porfiriato. Sin embargo, el Espíritu encontró su concreción y su regreso efectivo hacia la naturaleza con la Revolución, pues esta lucha popular rompió con las formas opresivas y llevó a la mayoría de la gente a una relación directa con la tierra.
Esto con respecto a México. Pero ¿qué sucede con el resto del mundo? Al final de su ensayo Paz sostiene que los mexicanos están unidos con todos los seres humanos. En el siglo XX todos los países están en continua relación y ya no existe ni centro ni periferia. Los mexicanos solitarios son iguales a todos los solitarios del mundo. De este modo, existe una universalidad en los sentimientos. Ciertamente los elementos míticos y de conducta social descritos en los distintos capítulos parecían rasgos distintivos de los mexicanos, pero en última instancia cada mexicano se encuentra en relación directa con el resto de los seres humanos. Cada una de las características aparentemente mexicana tiene un gozne que la lleva a ser universal. Al describir los aspectos que Octavio Paz considera característicos de los mexicanos accede a la universalidad “por lo concreto, profundizando en lo distinto, en lo individual, en lo personal; por aquello que hace de un hombre un hombre y no una abstracción de humanidad. (...) se es como cualquier hombre de cualquier lugar del planeta”. [15] Se es entonces universal precisamente teniendo un color local.

Cada ser humano puede relacionarse con los otros desde su propia particularidad. A partir de la fragmentación se accede a la totalidad. “Si el hombre es un fragmento del mundo, un momento del diálogo de los universos, el fragmento se define por su carácter diacrítico: por lo que lo distingue frente a otros fragmentos; no es nada sino una relación.”[16] Y a través de la confrontación con la alteridad habrá de establecer su pertenencia a un espacio y un tiempo. El color local podrá ser enriquecido entonces porque los demás servirán de contraste y de complemento. Se puede encontrar a los otros “buscando en la propia y peculiar identidad la expresión de los demás. Esto es, conviviendo, comulgando, y con ello enriqueciendo, universalizando lo peculiar sin que por ello deje de ser peculiar”.[17]

De esta manera, la meditación de Octavio Paz pasa por distintas etapas. Es primero la reflexión de un ser humano solitario que se enfrenta en los Estados Unidos con su diferencia con respecto a los norteamericanos. Se convierte después en el análisis que un mexicano quiere compartir con sus compatriotas. Por último, se puede extender a todo el género humano. Esta intención “lleva a Octavio Paz a buscar una respuesta personal, que al tiempo sea colectiva y, por tanto, válida para todos”.[18]

Hasta aquí ya se estableció que tanto los mexicanos como todos los seres humanos del mundo se encuentran en soledad. ¿Pero, existe una solución ante este sentimiento? La respuesta de Paz es afirmativa. El amor y la poesía son la salida para el aislamiento universal. El amor erótico “aparece como el medio privilegiado para restablecer esta comunicación a través de la relación sexual vivida como un rito religioso: la unión de los cuerpos le devuelve (...) su sentido a la vida”.[19] Amor en su sentido original, prístino, desligado de convenciones sociales, del matrimonio, es la clave para la comunión. Sin embargo, este tipo de amor trastoca los cimientos de la sociedad y por eso es perseguido. “El erotismo vive entre las fronteras de lo sagrado y de lo maldito”[20]. Entre lo permitido y lo prohibido.

Además del amor, la poesía se encarga de poner en comunicación a los solitarios. Se encuentra en el mundo de lo sagrado, de lo temido. La poesía revela la relación que el ser humano tiene con su esencia. Al igual que la fiesta, trastoca el orden social y las normas y se convierte en caos, en regeneración constante de la capacidad de experimentar emoción por encima de las reglas y de las convenciones sociales. Por eso mismo, la ventaja del lenguaje poético sobre otros lenguajes “reside en su capacidad de transmitirnos directamente la emoción con el concepto en unas pocas palabras que resultan ser como una síntesis de razonamiento y emoción por el poder evocativo de cada palabra”.[21]

Hasta aquí se ha analizado algunos de los elementos que constituyen El laberinto de la soledad como una obra de pensamiento. Sin embargo, este ensayo es también una obra artística y por lo tanto, puede ser visto como objeto estético. Es necesario, entonces, ubicar la concepción artística en que el libro se inscribe.

El acercamiento de Paz hacia la crítica de la mexicanidad es artístico. De esta manera el “pensamiento de Paz arranca de una convicción extrarracional: la unidad de todo lo existente”.[22] Por lo tanto, los instrumentos argumentativos tradicionales no le bastan para expresar sus reflexiones. Si ya se había perdido la razón, la fe y la utopía Octavio Paz recurre a la poesía. Por lo tanto El laberinto como obra de arte, se encuentra entre el análisis racional y la expresión poética. “Ni racionalidad diamantina ni caos orgiástico (...). Al mundo no lo explica la razón discursiva ni lo sostiene Dios, ni se sostiene sobre una Sustancia: el mundo juega al mundo y su juego se llama correspondencia analógica. Si la razón no lo explica, el Arte lo remeda y lo prolonga.”[23] En este sentido existen dos tipos de razón: la analógica y la instrumental. Se diferencian una de otra de manera muy clara: “ésta se rige por el principio del dominio y el poder; la razón analógica se rige por el principio del placer”.[24] La razón instrumental intenta separar, escindir, hacer diferenciaciones. La segunda reúne elementos aparentemente paradójicos y los ubica en una totalidad única e indivisible. Sin embargo ambos discursos son necesarios porque “la razón concita otro discurso que la niega, la completa o la rescata de su círculo narcisístico. Pero este otro discurso tiene un nombre: experiencia, rito, conjuro; y un operador: el arte”.[25]

[1] JORGE AGUILAR MORA, La divina pareja, Historia y mito en Octavio Paz. Ediciones Era, México, 1978, p. 14.
[2] CLAUDE FELL, “Vuelta al laberinto de la soledad”, Entrevista con Octavio Paz en El laberinto de la soledad, Octavio Paz, Mario Enrico Santí, (ed.), Cátedra, Madrid, 2000, p. 421.
[3] CLAUDIO LOMNITZ-ADLER. Exits from the Labyrinth. Culture and ideology in the Mexican national space. University of California Press, Los Angeles, 1992, p. 8.
[4] Ibid., p 12.
[5] Ibid., p. 8.
[6] JEAN PAUL SARTRE, El ser y la nada. Ensayo de ontologìa fenomenológica. Alianza Editorial, México 1989, p.390.
[7] Ibid.
[8] Ibid., p. 291.
[9] Ibid. p. 255.
[10] Ibid.
[11] JOHANESS HIRSHBERGER, Historia de la Filosofía II. Edad Moderna. Edad Contemporánea, Herder, Barcelona, 1996, p. 233.
[12] DAVID E. BRADING, Octavio Paz y la poética de la historia mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 31.
[13] ENRICO MARIO SANTÍ, op. cit., p. 178.
[14] DAVID E. BRADING, op. cit., p. 33.
[15] LEOPOLDO ZEA, “Paz: a lo universal por lo profundo”, Cuadernos Americanos, Nueva Época, 5, 26 (1991) p. 21.
[16] MANUEL BENAVIDES, “Claves filosóficas de Octavio Paz”, Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 343-345, enero-marzo, 1979, p. 14.
[17] LEOPOLDO ZEA, op. cit., p. 37.
[18] JOSE MARIA BERNALDEZ, “La universalidad de Octavio Paz., Cuadernos Hispanoamericanos, 343-345, enero-marzo, (1979), p. 104.
[19] JACQUELINE FERRERAS, “Identidad y universalidad en Octavio Paz”, Cuadernos Americanos, Vol. 5, núm. 26, (1991), p. 61.
[20] MANUEL BENAVIDES, op. cit., p. 22.
[21] JACQUELINE FERRERAS, op. cit., p. 60.
[22] MANUEL BENAVIDES, op. cit., p. 13.
[23] Ibid., p. 11.
[24] Ibid., p. 14.
[25] Ibid., p. 12.
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